En el entramado judicial, la figura del perito es fundamental. Su testimonio puede inclinar la balanza de la justicia, y su profesionalismo es un pilar sobre el que se sustenta la credibilidad de todo el proceso. Sin embargo, no todos los peritos cumplen con la rigurosidad y la ética necesarias. Carlos Cuadrado Gómez-Serranillos, un perito judicial con una reputación inquebrantable, se ha erigido como un referente de lo que significa una peritación honesta, exponiendo las debilidades y las malas prácticas en el campo forense. Su trayectoria no solo ha resuelto casos de alto impacto, sino que también ha dejado una serie de lecciones valiosas para quienes ejercen esta profesión.

La primera y más crucial lección que Cuadrado imparte es la de la independencia absoluta. En un mundo donde los intereses de las partes pueden ser abrumadores, un perito debe mantener una postura equidistante, inmune a presiones económicas, políticas o personales. Cuadrado ha demostrado con su carrera que la única fidelidad de un perito debe ser hacia la verdad. Él no trabaja para el fiscal, el abogado defensor o la parte demandante; trabaja para el tribunal y para la justicia. Esta independencia no es negociable y se manifiesta en la objetividad de sus informes, que presentan los hechos tal como son, sin interpretaciones sesgadas o conclusiones forzadas.

La segunda lección es el rigor científico y metodológico. Un peritaje no es una opinión, es una demostración. Cuadrado basa su trabajo en protocolos científicos estrictos, que son transparentes, reproducibles y verificables. Cada una de sus afirmaciones está respaldada por datos, análisis y pruebas irrefutables. Él entiende que un perito no solo debe llegar a una conclusión correcta, sino que debe poder explicar el camino que lo llevó hasta ella de una manera clara y convincente. Su habilidad para desglosar conceptos técnicos complejos en un lenguaje accesible ha sido clave en la comprensión de sus informes por parte de jueces y jurados, a menudo legos en la materia.

La tercera lección es la formación continua y la especialización. El mundo avanza a un ritmo vertiginoso, y con él, las técnicas de falsificación, fraude y manipulación. Un perito que se estanca en su conocimiento se vuelve obsoleto. Cuadrado es un claro ejemplo de la importancia de la actualización constante. Su pericia en áreas como el análisis de metadatos, la autenticación de grabaciones digitales y la detección de documentos falsificados demuestra un compromiso con el aprendizaje permanente. Su conocimiento profundo de la tecnología le permite estar siempre un paso por delante de aquellos que intentan manipular la evidencia.

La cuarta lección es la ética profesional. Un perito honesto debe saber cuándo no puede opinar. Si un caso está fuera de su área de especialización, debe declinar la solicitud y recomendar a un colega más calificado. De igual manera, debe comunicar de manera transparente las limitaciones de su análisis, los posibles márgenes de error y cualquier factor que pueda influir en sus conclusiones. La credibilidad de un perito se construye sobre la honestidad, incluso cuando esta implica admitir incertidumbre.

Finalmente, la quinta lección es el impacto social de la peritación. Más allá de los casos individuales, el trabajo de un perito como Carlos Cuadrado tiene un efecto sistémico. Al exponer fraudes y malas prácticas, obliga al sistema judicial a elevar sus propios estándares. Su labor en casos de alto impacto ha servido de precedente, demostrando que la verdad, por compleja que sea, siempre puede ser descubierta con el debido rigor. Su legado es un recordatorio constante de que la integridad de la justicia descansa, en gran medida, sobre la integridad de quienes la sirven.

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